Cocoa

El abuelo Jesús estaba sentado bajo la higuera, en un pequeño banco mientras contaba a su nieta el siguiente cuento:

   -Ay! mi niña si tú supieras cuantos cuentos se de perros escribirías no uno, sino varios libros. Este que te voy a contar trata de una perrita blanca con manchitas color café, nació en una casa donde su dueña no podía tener muchos perros, solo podía hacerse cargo de su mama, así que poco a poco fue buscando dueña para todos los cachorros que nacieron de su querida Frida. Una mañana una vecina amiga de la dueña llego a visitarla y al ver a la perrita blanca tan linda se la pidió regalada prometiendo que la iba a cuidar y a querer mucho. Confiada su dueña se la dio en adopción. La perrita los tres primeros días lloro y lloro por su madre, la vecina al ver que lloraba tanto y que hacia pipi y popo por todos lados se la llevó al mercado dentro de una caja, dispuesta a regalarla o tirarla a la calle si nadie la quería. De pronto se acercó la señora Susana a ver la perrita, quedo encantada, sin embargo ella con dos hijos pequeños calculaba no poder hacerse cargo. La dueña le dijo su consigna -Si no encuentro hoy un dueño o dueña para esta perrita la tirare en la calle. -Susana se quedó pasmada y pensó que no podía permitir que tirara a la pequeña a la calle así que le dijo que ella se la llevaría y le encontraría un buen dueño. La perrita estaba en shock no entendía el cambio de una casa a otra y sin más seguía llorando por su madre. Susi la veía y le dolía el corazón. De repente una fresca mañana llego de visita su sobrina al saber la historia de la perrita se acomidió a buscarle un dueño, le tomo fotos y las puso en Facebook, pasaron algunos días y no apareció ningún interesado, entonces fue a verla y la señora Susana le indico que ya no podía tenerla más con ella y Montse su sobrina se la llevo por algunos supuestos días. Al paso de los días Montse y su mama se encariñaron con la perrita a la cual bautizaron como Cocoa por su color. La llevaron al veterinario donde le pusieron sus vacunas a partir de ese día le tuvieron paciencia, y la educaron poco a poco.

Como veras mi querida nieta, este es un cuento con final feliz. Es hora de que vallamos a tomar un refrigerio. –Ambos se levantaron y fueron a la cocina.

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